la casa del nigromante (en curso)

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91. Alexander-Mortem,

hola chicos, yo soy el nigromante, bienvenidos a mi casa.

basado en echos reales!

¿el nigromante presenta?

el hombre del árbol...

Luna e Isabel caminan rápidamente por la calle. Es una noche fría y son
cerca de las tres de la madrugada. Es mitad de semana y las calles están
completamente vacías. Todas las casas se encuentran con sus luces
apagadas y la poca luz que entregan los antiguos focos es bloqueada por
el follaje de los árboles a lo largo de la acera. A esa hora ya no pasan
autos por los barrios residenciales, la mayoría de familias están
durmiendo y el único ruido es el de algunos perros que ladran a las
chicas tras las rejas cuando las escuchan pasar. Ambas tienen dieciséis
años, son amigas y vuelven de una fiesta. Se dirigen a sus respectivos
hogares, que las separan por no más de cinco manzanas. Ninguna obtuvo el
permiso para salir esa noche. Sin embargo, los padres de Luna no se
encuentran en casa, solo está Juan, su hermano de diez años. Por otro
lado, Isabel ha salido varias veces por las noches sin ser descubierta.
Aunque ambas van riendo, Luna está preocupada por su hermano. Se supone
que debería estar cuidándolo; si descubre que ella no está en casa, le
contará a sus padres y la meterá en graves problemas. Isabel, por su
parte, está muy contenta, le cuenta del chico con el que bailó y que
desea volver a verlo, piensa perder la virginidad con él. El buen ánimo
de Isabel tranquiliza a Luna, ambas chicas van por las oscuras calles
riendo y conversando.

Luna no se dio cuenta en qué momento pasó todo. En ese momento reían
debido a que Isabel había tropezado por un desnivel del camino. La
oscuridad del lugar había aportado lo suyo. Luna pensaba que alguien
debería podar los árboles del vecindario, ya que tapaban las luces de la
calle y dificultaban ver. Entonces sintió cómo alguien le levantó un
mechón de pelo suavemente y una risa extraña salió desde el árbol por el
que pasaban. Al instante, su amiga gritó y exclamó: «Puta madre». Cuando
Ana miró hacia arriba, se detuvo en los ojos saltones del sujeto; las
sombras confundían su rostro con el follaje, pero se dio cuenta de que
estaba sonriendo.

En esos pocos segundos, distinguió la silueta del hombre encaramado en
una rama gruesa del árbol, y luego ambas empezaron a correr. Con los
gritos y pasos precipitados de las chicas, los perros de toda la manzana
empezaron a ladrar. Más de algún vecino identificó los gritos de las
chicas, deseando irónicamente que alguien las callara para poder seguir
durmiendo. Por esas calles nunca habían ocurrido hechos delictivos, y
nadie prestó atención a los gritos. Las chicas no pararon de correr y
Ana no quería mirar hacia atrás imaginando que esa cosa las perseguía.
Estaban solas en la oscuridad del barrio y sus familias no sabían que
estaban ahí. Avanzaron sin hablar por varias manzanas y doblaron por la
calle que conducía a la casa de Isabel. Entonces se detuvieron en el
pórtico de la casa, ambas estaban exhaustas y se tuvieron que dar unos
segundos de descanso para volver a hablar.

Ana tenía mucho miedo y el estar detenidas la atemorizaba aún más. Sin
embargo, Isabel estaba riendo, era una risa forzada y llena de
cansancio. Ana no comprendía la actitud inquietante de su amiga. Esta le
contó que el hombre no las seguía, ya que nunca bajó del árbol. Ana
sonríe falsamente y le comenta que, de todas formas, no se atreve a
caminar sola las cinco manzanas que la separan de su casa. Isabel le
dice que no puede acompañarla, ya que sus padres deben verla por la
mañana en su habitación. Trata de calmar a Ana y se le ocurre una idea.
Le dice que se quedara en el pórtico y estará comunicada con ella por
celular todo el trayecto hacia su casa. Ana sabe que no debe perder
tiempo, si el hombre del árbol las estaba buscando, en cualquier momento
podría aparecer. Se arma de valor y se despide de su amiga Isabel; ambas
están comunicadas por el teléfono.

Ana comienza a caminar rápidamente, ya no puede correr, está muy
cansada. Dobla en la esquina y verifica que su amiga esté en el fondo.
Isabel le dice que no hay problema, que estará con ella hablando todo el
camino. Le comenta que sigue en el pórtico y no ha visto al sujeto pasar
por esos lados. Ana camina nerviosa por las calles, parecieran estar
mucho más oscuras y frías que antes. Ya no va por la acera, sino que
bordeando la pista de autos. No se atreve a pasar bajo los árboles. Su
amiga Isabel continúa tranquilizándola hasta que la comunicación se
corta de golpe. A Ana la invade el miedo, está a mitad de camino y no
sabe qué ocurrió. Entonces piensa lo peor, que esa cosa atrapó a su
amiga. Se detiene e intenta desesperadamente llamarla, pero nadie le
contesta, y por la mente de Ana se abre la posibilidad de volver a
auxiliarla. La idea toma más fuerza y decide volver, pero esta vez lo
hace corriendo.

No tiene un plan, pero sabe que en algún momento deberá gritar por
ayuda, seguramente cuando vea cómo el psicópata del árbol intenta raptar
a su amiga. En poco tiempo se encuentra de regreso en el punto donde se
separó de Isabel. Al no verla fuera de su casa, decide volver a llamar.
Entonces observa en su celular un mensaje de texto de Isabel que decía:
«Mi madre me atrapó, hablamos en 10 minutos».

Ana había perdido cerca de cinco minutos en ir y volver para nada. La
rabia se apoderó de ella. Había tomado una decisión estúpida. Tenía
frío, miedo y se encontraba sola. Por momentos el enojo que sentía hacia
ella fue mayor al miedo que sentía por el psicópata de las calles. De
camino a casa fue diciendo improperios y prometiendo que nunca más
arriesgaría su vida por alguien. Sin embargo, siguió su camino bordeando
la pista de autos.

Los árboles en la acera le dan miedo. Solo faltan tres calles para
llegar a su casa y Ana se siente aliviada. Un auto dobla por la calle
donde ella camina, y si bien este no va a alta velocidad, Ana decide
subirse a la acera. No distingue bien quiénes van en el auto, pero
reconoce a una pareja joven. Al ver cómo el auto se pierde a la
distancia, piensa en volver al borde de la pista, pero ya no siente
tanto miedo por la oscuridad del camino. Sin mirar los árboles que la
cubren a lo alto con hojas y ramas, mantiene su mirada recta hacia el
fin de la calle. La cercanía del hogar la mantiene decidida a seguir su
camino sin vacilaciones. Entonces, un dolor punzante en el cuero
cabelludo la hizo gritar mientras sus pies se separaban del camino. Un
hombre que reía de forma extraña la intentaba levantar desde la
oscuridad. No fueron más de tres segundos, pero Luna sintió ese momento
como una pesadilla interminable. Cuando los dedos largos soltaron su
cabello, Ana cayó al suelo e inmediatamente corrió al final de la
manzana. Los nervios del terror experimentado le jugaron una mala
pasada, haciéndola tropezar. La risa misteriosa se vuelve a sentir a
pocos metros de ella.

El hombre del árbol está parado en la esquina, cubierto por la oscuridad
del último árbol. La mira fijamente y está sonriendo. Ana deduce que el
hombre siempre las siguió, solo que por calles paralelas. Sin embargo,
no comprende en qué momento subió por el árbol. A diferencia de ella, él
no se ve cansado. Puede que esa cosa no sea humana.

Reconoce la silueta deforme del sujeto: un hombre alto, muy encorvado y
que viste con ropas viejas. Reconoce sus ojos saltones y su sonrisa
macabra; es un hombre muy pálido, casi blanco. Tiene una cara
exageradamente larga, es calvo, pero los pocos mechones que posee son
largos y oscuros. Es un hombre feo, de aspecto extraño y enfermizo. Ana
se petrificó del miedo, no podía gritar ni moverse. El hombre sujetaba
un pájaro entre sus manos que protegía con gran cuidado mientras miraba
a Ana fijamente. Ella, invadida por el terror, pregunta: «¿Qué
quieres?», sin embargo, su voz es débil y quebradiza. No es capaz de
repetir la pregunta, no quiere que esa cosa la mate. Entonces, el hombre
arroja el pájaro con mucha fuerza hacia el aire, asustando a Ana, pero
también liberándola de su paralización. Ahora, Ana aprovecha la atención
que el sujeto le está dando al ave para salir corriendo. Solo escuchó al
pájaro caer violentamente al suelo. Avanza hacia el otro extremo de la
manzana y se da cuenta de que el sujeto no la persigue, no escucha sus
pasos ni su risa macabra.

Antes de doblar en la esquina que conduce a su casa, se voltea para ver
dónde está el hombre. La escena es extraña, pero en parte
tranquilizadora. El hombre sigue parado en la esquina mirándola
fijamente, no se movió nunca del lugar. Está con el ave nuevamente en
las manos y con la misma sonrisa. El hombre vuelve a tirar el pájaro a
los aires. Esta vez Ana corre con más fuerza, sin mirar atrás, hasta
llegar a su casa. Abre la puerta desesperadamente, como si en cualquier
momento pudiera volver a escuchar la risa diabólica del hombre. Ya
dentro, la escena confunde a la chica. Se sienta e intenta calmar su
respiración. Reflexiona rápidamente lo sucedido y concluye que el hombre
seguramente es un enfermo mental, la tomó del pelo porque estaba
intentando jugar o llamar su atención. El hombre quería que ella lo
ayudara con el ave. Debe tranquilizarse e intentar dormir. Ahora está
sana y a salva en su casa.

Ana manda un mensaje de texto contándole lo sucedido a Isabel y va al
segundo piso de la casa donde verifica que su hermanito está durmiendo.
Se dirige a su alcoba y mira por la ventana tratando de buscar al sujeto
en la calle, sin éxito. El miedo de Ana cada vez es menor, incluso
recuerda la escena del pájaro con humor. Piensa que, por la mañana,
ambas chicas estarán riendo de todo lo sucedido. Decide acostarse a
dormir cuando su móvil comienza a sonar. Es Isabel y esta vez ella no
suena tranquila, al contrario, percibe terror en su tono. Isabel le
cuenta que el hombre del árbol está fuera de su casa y no deja de
mirarla por la ventana.

Ana le dice que no tema; es un hombre enfermo, pero inofensivo. Isabel
tiene mucho miedo, le cuenta que tiene la luz apagada, su alcoba está
completamente oscura y las cortinas están cerradas. Sin embargo, por el
espacio de unos dos centímetros que divide las cortinas puede ver cómo
el hombre la mira fijamente desde la calle. Ya lleva más de veinte
minutos parado ahí con el ave entre las manos. ¿Cómo sabe la chica que
la observa, si su alcoba está oscura? Para Isabel la escena es más bien
paranormal y la tiene intranquila. Ana le dice que avise a su padre, sin
embargo, Isabel le cuenta que sus padres la descubrieron y amonestaron
fuertemente por salir de casa. No se atreve a enfrentarlos otra vez. Por
suerte, el tipo comienza a moverse y se aleja. Ana la calma y le dice
que no tema, es solo un loco.

Ya es muy tarde, ambas chicas se despiden, pero Isabel no quedó
tranquila. Ana ya tiene mucho sueño, son cerca de las cuatro de la
madrugada e intenta dormir. No sabe cuánto tiempo pasó, cuando su
hermano le comienza a gritar algo desde la habitación contigua. «¡Parece
que llegó mamá!, ¡sentí que llegó mamá! ¡Ana, despierta!». Ana tenía
mucho sueño y no procesó lo que el hermano le decía, solo miró el reloj
y vio la hora, las 4:24 a.m. Entonces le respondió enojada que se
durmiera y que no gritara, pues podía despertar a los vecinos. Terminó
diciéndole que su madre llegaría mañana temprano y que no molestara más.
Ana se volvió a quedar dormida rápidamente.

Lo que la despertó de forma tan violenta fue el chillido de la puerta al
abrirse a sus espaldas. Los pocos segundos en que esto ocurrió bastaron
para que ella despertara completamente e identificara que corría
peligro. Lo primero que sintió fueron los escalofríos recorrer su
espalda. A medida que la puerta se abría, Ana tensaba todos sus
músculos. Sus ojos se abrieron completamente y su corazón empezó a
palpitar como lo hacía horas atrás. Sentía que estaba momificada, ya que
no se atrevió a hacer nada. No tenía sentido que lo supiera, pero ella
sabía que no era su hermano el que se acercaba. Quizás los pocos minutos
que pudo dormir, las pesadillas con el hombre del árbol la prepararon
para este momento, porque su reacción se asemejó más bien a un acto de
supervivencia. Su cuerpo cargado de adrenalina no movía un pelo, estaba
tan dura como un ladrillo.

En esos segundos, miles de cosas pasaban por su cabeza. Esperaba con
ansias que su hermano le dijera: «Ana, despierta, creo que llegó mamá».
Ahora, lo anteriormente dicho por su hermano tenía sentido. No había
llegado mamá, había llegado el hombre del árbol, el hombre del pájaro.
Era un hombre extraño, pero si es capaz de entrar a tu casa sin
autorización, quizás es capaz de cualquier cosa.

El corazón de Ana latía de manera dolorosa. Nunca había sido tan
perceptiva a lo que sucedía a su alrededor. Ana sentía que sus sentidos
funcionaban como nunca antes, era capaz de escuchar todo, cada paso del
psicópata hacia su cama, podía oler sus ropas viejas, sentir el frío de
su presencia; pero no lo podía ver porque estaba a sus espaldas, y,
además, Ana no lo quería ver aunque sus ojos estuvieran abiertos como
nunca antes. Ella no era consciente de las acciones reflejo que tomaría
su cuerpo, esperando que el monstruo diera el primer golpe. Cuando la
criatura del árbol atacara, el cuerpo estaría tan cargado de energía y
adrenalina que podría responder con otro golpe o un salto inesperado que
le permitiría escapar de una muerte misteriosa. Pero mientras eso no
sucediera, el cuerpo de Ana no se movería. Su subconsciente lo tenía
claro: hay que hacerle creer al asesino que tú no te has dado cuenta de
su presencia. El psicópata aún puede arrepentirse de matarte, mejor no
provocarlo.

Ana confirmó sus peores miedos cuando pudo observar en las sombras que
daban a sus ojos cómo se dibujaba la figura de un hombre muy alto, con
extremidades largas y postura encorvada. Sintió cómo un pinchazo en el
corazón la risa enfermiza del hombre, pero en voz baja, intentando pasar
desapercibido. Los músculos lograron la máxima tensión cuando sintió que
la criatura se acostaba a su lado. El peso de la criatura sobre la cama
provocó que el cuerpo de Ana se acercara a su verdugo. En esos momentos,
Ana inhalaba todo el oxígeno que sus pulmones podían contener, pero no
era capaz de botar el aire. Tenía miedo de que el asesino identificara
el terror de una respiración violenta, así que aguantó el oxígeno en sus
pulmones lo que más pudo, intentando botar el aire de apoco.

A Ana le hubiera gustado desmayarse, eso hubiera sido bueno, pensaba.
Ella prefería morir rápidamente que tener que luchar con algo que no
comprendía. Sin embargo, su cuerpo funcionaba de otra forma. En
cualquier momento comenzaría la lucha por sobrevivir. La paralización
fue completa cuando sintió la respiración de la criatura en su nuca y
percibir cómo este temblaba y reía nerviosamente. El psicópata movía el
pelo de Ana con la nariz y otras veces con la lengua. Ella se dio cuenta
de que el enfermo se estaba masturbando. No sabía cuánto tiempo más
podría aguantar. Entonces, como si se tratara de un milagro, dejó de
sentir el peso del asesino en su cama. Ya no sentía la macabra
respiración en su nuca. Y aunque no lo podía ver, ya no sentía su
presencia en la habitación. «El hombre no ha arrancado —pensaba—. Solo
ha desaparecido. Seguramente ha vuelto a los árboles».

Ella no se movió. Mantuvo esa posición toda la noche y parte de la
mañana. Si bien sus músculos dejaron de estar tan tensos, se mantuvo
alerta todas esas horas, sin voltear en ningún momento. Cerca de las
nueve de la mañana, escuchó cómo su hermano se levantó y se dirigía
hacia ella. Cuando el hermano gritó de miedo en la puerta de su
habitación, ella dio el salto que no esperaba dar en toda esa
terrorífica noche. En un solo movimiento, quedó parada al lado de su
cama, dispuesta a golpear, morder, correr o saltar. Ella debía salvar a
su hermano y luego debían escapar. Pero la escena que observó, para
suerte de ambos, fue otra. Su hermano señalaba un pájaro muerto en medio
de la habitación. Ana se dio cuenta de que había manchas de sangre por
todos lados.

Abrazó al niño y le dijo que no saliera de la habitación. Entonces
escuchó el estacionar de un auto fuera de su casa. Pensando que eran sus
padres, se asomó a la ventana y se sorprendió al ver un auto de policía.
Desde la ventana le gritó a los oficiales que la ayudaran, que había un
hombre en su casa. Entonces, observó cómo otros tres vehículos
policiales llegaron a su casa. Los oficiales, al bajar de sus autos, se
veían exaltados, muy preocupados y tenían sus armas en las manos.
«¿También vienen a ayudarme?», pensó. Ana no entendió qué está pasando,
pero, de repente, todo adquiere más sentido. Algo malo había ocurrido y
las pistas llevaban a su casa. Los policías encontraron el celular de
Isabel y supieron que el psicópata también iba por Ana. Su cara se
deformó en una mueca de tristeza y preocupación. Ana no debería saberlo,
pero estaba segura de la tragedia que posteriormente le confirmarían en
la comisaria. La sangre que había en su alcoba no pertenecía solo al
ave, era demasiada sangre para un pájaro pequeño. El hombre del árbol,
el hombre del pájaro, ese hombre, antes de visitarla, mató a Isabel y a
toda su familia, seguramente porque ellos no supieron quedarse en silencio.

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92. caballero_derrotado ,

QUE MIEDOOO, SI LA HE VISTO.

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93. Qhay,

Debo decir que la última historia fue la que realmente me llamó la atención, a tal punto que me concentré tanto que logré imaginarme todo la historia hasta me tensé en algunas partes jaja.

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94. el_pichon,

Yo espero sinceramente que alex-mortem no vuelva a portarse tan mal como el otro día, que con estas buenas historias que nos comparte sería una pena tener que dejarlo sin foro.

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95. inuyassha,

aaa que guay me paresio jenial

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96. Alexander-Mortem,

para el_pichon: me disculpo por mi comportamiento anteriór en sala, se que no fue el adecuado, no trataré de explicarme porque me imajíno que le da igual y de esto no ba el foro, solo quiero extenderle mis sinseras disculpas.

hola chicos, yo soy el nigromante, bienvenidos a mi casa.

y tu, lo intentarías?

¿el nigromante presenta?

El Objeto Añorado...

Este experimento, como muchos, solo funciona estando solo en tu
habitación; si la compartes con alguien no funcionará. Fuera de eso, es
muy simple, en realidad; pero te advierto, si resulta, no seas codicioso
con lo que encontrarás.

Para el experimento necesitas tres cosas: una tiza que contraste con el
color de tu habitación, una cuerda y un saco. Teniendo esto, el
procedimiento es el siguiente: primero, ubica tu cama de manera que tus
pies apunten hacia la pared cuando estés acostado; segundo, dibuja con
la tiza una puerta en la pared —para esto, no importa cómo sea la
puerta, solo dibújala como se te venga en mente—. Una cosa más: no
olvides colocar tu alarma para antes de que amanezca.

Ahora, cuando te acuestes a dormir, asegúrate de dejar el saco y la
cuerda a un lado de tu cama (los ocuparás después). Cierra los ojos y
trata de que, en tu mente, no quede más que la puerta hasta que te
quedes dormido. Si todo sale bien, «despertarás» dentro de tu sueño y
podrás ver que la puerta ahora es real. Levántate de tu cama, toma la
cuerda y el saco. Ahora, antes de seguir, ata la cuerda a la pata de tu
cama, o a algún punto firme en tu habitación, y lleva el otro extremo
contigo. Acércate a la puerta y podrás ver que está cerrada con seguro;
quítalo y abre la puerta.

Podrás ver del otro lado una ciudad pequeña, más bien como un pueblo, y
notarás que la puerta está a una altura considerable. Usa la cuerda y baja.

Del otro lado, y una vez estando en el suelo, podrás ir a cualquier
parte del pueblo, entrar a cualquier casa —si quieres— y curiosear con
las cosas que hay ahí; si algo te interesa, puedes tomarlo, pero solo
podrás llevarlo en el saco (y no te preocupes, no hay habitantes en
ellas… ya no). De todos modos, te recomiendo que no pierdas el tiempo
con esto. Por el contrario, dirígete hacia el centro de la ciudad; ahí
verás una plaza y, en el centro, a un pequeño hombre que te dará la
bienvenida y te guiará a través del pueblo (intentará distraerte). De
nuevo, te hará la misma sugerencia de entrar a las casas y tomar cosas;
niégate y, en su lugar, pide que te entregue El Objeto Añorado.

Entonces, te entregará algo que siempre quisiste, pero no esperes algo
muy grande. De todos modos, será valioso —para ti, al menos—. Hecho
esto, eres libre de vagar por el pueblo y, si quieres, llenar tu saco
con objetos que encuentres.

Solo ten en cuenta que, mientras duermes, el tiempo se pasa volando, así
que estate atento de tu despertador. Si lo oyes, date prisa y dirígete
hacia la puerta por donde entraste; verás nuevamente al /hombre pequeño/
parado junto a la cuerda y te ofrecerá más obsequios, cosas pesadas.
Espero que no los aceptes.

Tendrás que subir por la cuerda. ¿Recuerdas que te sugerí no ser
codicioso? Si tomaste demasiados objetos y aceptaste los demás regalos
del /hombre pequeño,/ te darás cuenta, lógicamente, de que te es más
difícil subir. Ah, sí, algo que olvidé mencionar: llegado a este punto,
ya no podrás soltar el saco, así que tendrás que subir a como dé lugar
—si del otro lado amanece, la puerta se cerrará y la cuerda se cortará;
ya no podrás salir—.

Si fuiste inteligente y tomaste solo lo que podías cargar, podrás salir
sin problema y volver a tu cama. Cuando despiertes, encontrarás el saco
a un lado de tu cama con los objetos que trajiste contigo.

Pero si, por el contrario, quedas atrapado por no poder subir, el
/hombre pequeño/ te llevará con el resto. Serás añadido a su colección y
jamás podrás salir.

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Última edición por Alexander-Mortem, 14.04.2022 21:19:36

97. inuyassha,

um, interesante muy interesante

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98. goten,

yo no lo puedo hacer, pues no sé dibujar...

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99. vrivri,

Hola, sr. Nigromante. Conoces el ritual de la escalera? Te recomiendo que lo busques en algun lugar. Y que lo pruebe. XD. Saludos! Y sigue, sigue asi tá bueno muy bueno!

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100. Alexander-Mortem,

hola! señor o señorita, pues, de echo, si lo conozco y lo ise, y déjame desirte, que si sirve, o por lo menos a mi me funcionó.

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101. draco_malfoy,

señorita jajaja. senhora vrivri. ok no

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102. vrivri,

Bueno. Si fuera señora andaba buscando novios en sala como si fuera un tinder. D

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103. goten,

@alex pero como hago? yo no sé dibujar, entonces no podré hacer el ritual...

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104. inuyassha,

palpa la puerta e imajinate la puerta en tu mente, aslo del tamaño que usted sepa que bas a caver y dibuja un rectángulo al tamaño que te paresca, ese seria mi consejo

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105. goten,

es que no sé dibujar nada en tinta

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106. el_pichon,

¿No sabes acercar una tiza a la pared, desplazar la mano en línea recta hacia arriba, desplazarla horizontalmente hacia la izquierda y luego bajar en vertical hasta el suelo?

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107. goten,

con que así se hace, gracias

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108. Def-Leppard,

hombre si te digera el ritual que has de escribir supercalifragilistico espialidoso…. venga no, con baby blue vale, pues joe lo entendería pero una puerta socio??

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109. goten,

porque nunca he dibyjado en tinta, como quieres que te lo explique, en inglés? el pichón ya me explicó como, pero hay personitas que se soprenden...

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110. Delicious_icecream,

yo intenté el de blindmaiden, pero por más que daba f5 me mandaba a una página alemana, sueca o lo que sea eso xd.

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111. bartolomeo ,

dioos novita, lo siento mucho. Pero qué torpe eres.

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112. Estrellita_Feliz ,

YA entiendo porque el personaje.

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113. el_pichon,

Menos mal que tiene un gato robot venido del futuro con un bolsillo mágico lleno de inventos! 😂😂😂

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114. inuyassha,

ñasldkjñasldkfj esa estuvo buena xdd

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115. vrivri,

El de blindmaiden para mi me funcionó. en realidad chicos, aqui lo que pasa es que te salen videos perturbadores. imágenes y eso. cosas que juegan con tu miedo y tu estómago

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116. Alexander-Mortem,

su maestro del terrór está de vuelta señores.

hola chicos, yo soy el nigromante, bienvenidos a mi casa.

y tu, eres demasiado curioso?

¿el nigromante presenta?

¿Quieres saber un secreto?

Bueno, hoy mi hermano encontró un pendrive en una zona de hierba cerca
del puerto de mi ciudad. Como no sabe mucho de informática me pidió que
se lo formatee.

El pendrive estaba vacío excepto por un documento de Word, en formato
.doc. Antes de ponerme a formatear, por simple curiosidad abrí el
documento y me encontré con el texto que aparece a continuación.

Pase como media hora en shock por lo que acababa de leer. Incluso hasta
me desesperé un poco, porque no sé si lo que van a leer ahora es real o
ficticio, pero de verdad, me dio muchísimo miedo.

El pendrive ya está formateado, pero he guardado el documento de Word en
mi escritorio para compartirlo con ustedes.

Gracias por leer.


Marzo 20.

Hoy velamos a mi hermano. Vinieron mis tías y mis abuelos. Lloraron
mucho y mamá se desesperó dos veces y la enfermera (o lo que sea) la
tuvo que calmar. Estoy muy triste. Mateo, te extraño mucho. Ojala
pudiera estar un ratito más con vos y darte la mitad del chocolate que
me encontraste comiendo y que me negué a convidarte. Te extraño. TE
EXTRAÑO MUCHO.

Marzo 26.

Parece que todo va a volver a la normalidad en mi casa. Claro, todo
menos el hecho de que Mateo ya no está con nosotros. Quizás él no se
imagina lo que lo extrañamos. Te quiero de vuelta, hermano. Tu recuerdo
no se irá como lo hacen hoy nuestros tíos y abuelos.

Marzo 27.

Sigo pensando en ti, hermano. ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué te mataste?
Si al menos hubieras tenido el valor de hablarlo conmigo. Te hubiera
dado un abrazo y te haría olvidar tu problema. ¿Por qué TE MATASTE? Me
deja muy triste que hayas decidido eso. Tendrías tus razones, pero nadie
las entiende. Me dejaste hecha pedazos.

Marzo 30.

No tengo muchas ganas de escribir. Hoy comencé con esas pastillas que
mamá toma para no sentirse tan triste. Pero a mí me duermen. No quiero
dormir más. Cierro los ojos a la mañana y me vuelvo a despertar a la
noche, como a las once. Voy al baño y cuando salgo miro la habitación de
Mateo. Entonces me acuerdo de todo lo que pasó, de cuando papá lo
encontró con los brazos cortados y de cuando mamá gritaba sobre el
charco de sangre. Nunca lo voy a olvidar. Nunca lo voy a entender.

Mayo 6.

A la mañana estuve en el dormitorio de Mateo. Mamá estuvo allí algunas
veces y una noche durmió en su cama. Al día siguiente, fue papá. Y hoy
me tocó a mí. No lo hice a propósito, estas pastillas me dejan como un
zombi. Simplemente me recosté en su cama y allí quedé dormida. Cuando
desperté, sentí mucho, muchísimo miedo. No sé por qué. Me asusta dormir
en la cama de mi hermano muerto. Suena muy estúpido. Tal vez la estúpida
soy yo. No lo sé. Ahora tengo ganas de seguir durmiendo. Dejaré de
escribir y me recostaré en mi cama.

Mayo 12.

Es horrible lo que voy a confesar, pero no sólo he vuelto a meter las
narices en las cosas de Mateo, sino que también, he comenzado a leer sus
cosas.

En su cuarto hay una pila de cuadernos de la universidad que mamá se
rehúsa a tirar. La otra noche los escuché discutir sobre ello: papá
quiere deshacerse de casi todo, porque cree que no tiene sentido guardar
apuntes que ya no serán usados. Dice que debemos aceptar que él se ha
marchado, porque así es más saludable. Yo creo que no debemos tirar
nada. Mis razonamientos no tienen sentido, pero no quiero perder nada de
lo que él haya tocado alguna vez. Es lo único que me queda… y ni
siquiera es suficiente.

Mayo 15.

Hace unos días volví a clases, pero tengo la cabeza en otro lado. Estas
pastillas… no sé hasta cuándo debo tomarlas, pero el médico me dice que
en pocas semanas mi cuerpo se adaptará a ellas. Por ahora, lo único que
siento es dolor y cansancio.

Para empeorar las cosas, encontré esa tarjeta negra entre los papeles de
Mateo y por algún motivo no puedo sacarla de mi mente.

Es un rectángulo de cartulina negra y dice algo sobre un secreto, ahora
no recuerdo y no lo tengo a mano porque estoy en la escuela.

Tengo que apagar. Ya debe de estar por terminar el recreo. Faltan tres
horas, tres benditas horas para volver a casa.

¡Dios!, qué cansada estoy.

Mayo 16.

Bueno, Mateo, lo que quedaba de ti en casa ya se ha ido. No sé cómo pero
de alguna manera papá ha convencido a mamá de que tirar todas tus
pertenencias es la vía más saludable para sobrellevar el luto.

Nadie nunca podría imaginar el dolor que tengo en este momento. A veces
creo que mi corazón va a explotar.

No tengo hambre. No tengo nada. Nada a excepción de sueño. Y eso, ahora
mismo, está bien, porque cuando sueño, nada duele. Y luego despierto…

Mayo 18.

El primer mes sin ti, hermano. Es casi mediodía y estoy llorando desde
las cinco de la mañana. Mis padres también lloran y mamá me permitió
faltar hoy a clases. ESTO YA ES INSOPORTABLE.

Mayo 23.

Me ha ocurrido algo muy extraño. Hace una semana han tirado todo lo que
pertenecía a Mateo, pero hoy, cuando abrí mi cuaderno de matemáticas
durante la primera hora de clases, he descubierto la tarjeta negra. No
sé si he escrito sobre ella, creo que sí, no es nada más que un pedazo
de cartón con un número telefónico y una frase bastante particular:
“¿quieres saber el secreto?”. No sé cómo esta cosa no terminó en la
basura, no sé cómo ha llegado a mi cuaderno de matemáticas, pero creo
que son las pastillas que me dejan tonta y me hacen olvidar dónde dejo
las cosas. Me pregunto de qué se trata.

Mayo 24.

Llamé al número. Desde siempre creí que no era de aquí, porque el
prefijo es demasiado extraño y el número en sí, muy largo. Al final, no
ocurrió nada. Me contestó una voz grabada diciendo que el remitente iba
a estar disponible a partir del 25 de mayo, a las 9PM.

Intentaré llamar mañana a la hora indicada.

Ah, por cierto, hoy no ha sido un día tan malo. Papá nos cocinó filetes
y yo no me he sentido tan cansada.

Mayo 25.

“Buenas noches”, eso fue lo primero que me dijeron. Yo iba a comenzar a
hablar. Quería preguntarles quienes eran, a qué se dedicaban (porque
todo este tiempo imaginé que se trataba de una empresa, no sé por qué) e
incluso preguntarles si conocían a mi hermano, si habían tenido algún
tipo de comunicación con él. Quizás ellos sabían algo de Mateo que
nosotros no. No perdía nada con preguntarles.

“¿Quieres saber un secreto?”, preguntó el señor, antes de yo poder
formularle cualquier pregunta que hubiera pensado con anterioridad.

Yo hice silencio. Después, les pregunté de nuevo quién era, pero en vez
de contestarme me volvió a preguntar si quería saber un secreto.

Fue allí cuando comencé a perder la paciencia y levanté el volumen de mi
voz. “¿Me puede decir quién es usted, señor?”, le dije, casi gritando,
pero él, sin mostrar indignación ni ningún otro sentimiento, me formuló
por tercera vez la pregunta.

Enojada, corté.

Mayo 26.

Esta cosa me da vueltas por la cabeza. Mateo, ¿en qué estabas metido?
¿De qué maldito secreto habla este hombre? ¿Será que debo contarles a
mis padres sobre la tarjeta negra?

Ahora que lo pienso mejor, eso es lo que haré.

Pero primero, los llamaré otra vez y esta vez, les seguiré la corriente.

Mayo 28.

Han pasado dos días y faltan dos días más. Por más que disque el número
indicado en la tarjeta negra, la voz automática me dice: “El remitente
de este número, estará disponible el 30 de mayo a las 9PM” y la llamada
finaliza.

Creo que la impaciencia aplasta mis deseos de dormir. Mi cuerpo ya casi
se adapta a las píldoras. Todavía estoy muy triste, pero tengo el
pensamiento de que puedo salir adelante.

Hoy me siento optimista.

Mayo 29.

Un día más.

Hoy por primera vez salí con mamá a dar una vuelta por el parque.
Recordamos a Mateo de la mejor manera posible. Es imposible no darle
lugar a la nostalgia. Lloramos, sí, pero sólo un poquito. Recordamos
cosas graciosas sobre él. Mateo era un chico muy gracioso. Incluso
después de muerto, nos saca carcajadas con todas las anécdotas que nos
dejó en nuestra memoria. Es por eso no entiendo que se haya suicidado.

Te amo y extraño, hermanito.

Mayo 30.

Hablé con el señor. El me dijo el secreto. Yo me carcajeé. Yo me
carcajeé. Me carcajeé. Me carcajeé mucho. Yo. Jajajaja. Pero después lloré.

Ay, no sé. Estoy muy rara. ¿Qué pasa? ¿Cuál era el secreto? Ah, sí. No
quiero pensarlo. No quiero pensarlo. No quiero. No quiero, no. El
secreto ese me da mucho miedo. Miedo. MIEDO.

El hombre me dio las gracias. Me dijo que yo sabía un gran secreto.
Porque el señor me dijo un secreto. Un secreto que da mucho MIEDO. El
secreto me hizo reír. El secreto me hizo también llorar. Y ahora me da
mucho miedo. Tengo miedo porque ahora veo cómo son las cosas.

Yo tengo que controlarme, como dijo el señor. No tengo que decir el
secreto a nadie. El señor me dijo un secreto. MIEDO. RISAS. LLANTO.

Junio 3.

El hospital es un lugar es un sitio muy frio y las paredes se ríen. Las
paredes se ríen y lloran como yo. Ellas saben el secreto. Y lo sabe
también la tierra y el cielo y el sol y el viento y la sombra debajo de
los árboles. Todos saben el secreto y es por eso que no hablan. Y yo sé
el secreto. Un señor me dijo un secreto. Ahora estoy en casa. La doctora
dijo que eran las pastillas las que me hicieron mal. Me daban sueño al
principio, pero ahora me hacen mal.

Pero yo sé que no son las pastillas sino el secreto. El secreto que me
dijo el señor. Aieusvjfmaefnjigbehbnsrek,lmfemogrrbaiñjkaem
jajajajajajajajajajjajaa.as…x xx x x xx,x.x.x.

Junio 5.

No sé qué ha pasado estos días. Mis padres me dijeron que he tenido
alucinaciones y estuve internada unos días. Ahora leo lo que he escrito.
No lo puedo creer. ¿De qué secreto hablaba? El señor no me ha dicho
nada, ¿o sí? No lo recuerdo.

Junio 7.

Knfalefa El señor me dijo un SECRETO. Jfdanfjbf hfiea pero ahora debo
terminar con esto. Porque los árboles no piensan demasiado. Ni el cielo.
Ni el sol. Ni el viento. Ni la sombra debao de los árboles.
jhakjdhfksjdnvADAAMAFJBAJja. Pero yo sí pienso demasiado. Y no puedo
saber este secreto. El secreto que me dijo el sdfksjbfas señor. Porque
este secreto ajdabaguhjeqieg me da mucho miedo. Debo hacerlo. DEBO
HACERLO. DEBO HACER LO QUE ME DICEN. Las voces que me suspiran detrás de
la oreja tienen razón. Yo no debo saber el secreto.
Fkabfuafjkkaejsfhbgsfjaklajkjgbihb. Debo cortarme. Cortarme y que salga
mucha sangre. Debo cortarme. Cortar. Cortar. Cortar. Cortar.
HAHAHAHAHAHA CORTAR.

Julio 28.

Esto es lo que encontré revisando los archivos de mi hija en su
computadora. Cuando lo leí completo, hace unos días atrás, fue la
primera vez que pude entrar a su habitación después de haberla
encontrado de la misma forma en que encontré a mi hijo Mateo: con los
brazos cortados y acostado sobre un charco de sangre. Así es, mis dos
preciosos niños han muerto.

¿Por qué escribo y decido compartir esto dos días después?

Porque después de hacer lo posible por tratar de olvidarlo y no
enloquecer, hoy cuando entré al baño para afeitarme he encontrado en la
palangana la dichosa tarjeta negra.

Los llamé y el contestador dice:

“El remitente de este número, estará disponible el 30 de julio a las 9PM”

Agosto 2.

Tfcyvghbjnkmlkjhguvhbjnkm, nguhbjkm. CORTAR.

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117. inuyassha,

okay? no entendí eso pero bueno

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118. Franco-Escamilla ,

Su ptm, que buena historiaaa.

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119. Alexander-Mortem,

hola chicos, yo soy el nigromante, bienvenidos a mi casa.

no, lo, agan.

¿el nigromante presenta?

Cómo hablar con los muertos.

¿Extrañas mucho a alguien que ya no está entre nosotros? ¿Me creerías si
te digo que hay una forma de volver a hablar con esa persona? ¿Qué estás
dispuesto a hacer para volver a ver a un ser querido? Quizá debas
meditar un poco esta última pregunta, porque puede ser la última que te
plantees.

Existe una barrera que separa el mundo de los vivos y el mundo de los
muertos, pero eso no significa que no pueda romperse o debilitarse. Eso
es lo que voy a enseñarte a hacer. La barrera se hace más delgada a las
3:00 a.m., por lo que el ritual debe practicarse a esa hora. Es
importante que nunca lo hagas en fechas de celebraciones a los muertos
(La noche de Walpurguis, Halloween…), ya que la barrera es demasiado
delgada en esas fechas y corremos el riesgo de traer a personas —y no
tan personas— indeseadas.

Elige con cuidado a la persona con la que deseas hablar, ya que solo
tendrás una oportunidad de hacerlo. A la gente del otro lado no le gusta
que nos entrometamos en sus asuntos, y, si te descubren, es probable que
te arrastren a su mundo por la fuerza.

Es importante que pienses objetivamente en la persona, más allá del
cariño que le tengas. Intenta juzgar su vida, e intenta discernir si
ahora pertenece al Cielo, al Infierno o al Purgatorio. Si esta persona
ha ido al Infierno, es muy probable que, una vez abierta la barrera,
cueste cerrarla sin efectos colaterales. Si decides continuar pese a
esto, es bajo tu propio riesgo.

Necesitarás una fotografía de la persona, sal, un espejo, una
pertenencia de esa persona —en lo posible, una preciada—, pétalos de
rosa roja, dos velas y una pregunta cuya respuesta conozcas muy bien y
que solo esa persona sabría contestar… Mientras más precisa sea la
respuesta a la pregunta, mejor es. Puedes agregar algún amuleto personal
que te proteja.

Siéntate a oscuras en el suelo rodeándote en un círculo hecho con sal y
pétalos de rosa. Conserva un par de pétalos en tu regazo, puede que los
necesites luego. Coloca las velas a cada lado del espejo, de modo que
puedas ver tus ojos en el reflejo sin ningún problema.

Sé que esto te va a resultar muy difícil, pero es necesario que lo
hagas: intenta no pensar en la pregunta —o por lo menos en su respuesta—
hasta que sea el momento de enunciarla.

Toca el espejo con una mano y sostén la pertenencia y la foto con la
otra. Cierra los ojos. Cuenta hasta diez y llama a esa persona por su
nombre completo. Di el nombre de la persona y, seguido de eso, di:
«Quiero hablar contigo». Hazlo hasta que sientas que la temperatura de
la mano con la que estás tocando el espejo disminuya bruscamente. Sí, lo
lograste: hay un muerto en el espejo. Ahora solo debes asegurarte de que
realmente sea el que tú deseas. Quita tu mano del espejo, sonríe y
saluda cordialmente —si no haces esto, verás a la persona con la
apariencia que tuvo en el segundo previo a su muerte, y la imagen no
suele ser muy grata—. Ahora puedes abrir los ojos.

Frente a ti, en lugar de tu reflejo, encontrarás a la figura de tu ser
querido. Controla tu emoción, aún no puedes hablarle de lo que sea. Dile
que lo extrañas, pregúntale si realmente es él o ella —te dirá que sí
irremediablemente— y hazle algunas preguntas personales fáciles de
contestar. Actúa con total confianza, debes aparentar que crees
plenamente que aquel espíritu manifestado en el espejo es tu ser
querido. Cuando sientas que lo has convencido de que confías en él o
ella, suelta la pregunta que tenías preparada. Si tarda en contestar, no
contesta o simplemente sonríe, arroja los pétalos de rosa al cristal.
Eso te dará tiempo de romper el espejo y estarás a salvo. Cubre los
cristales con algo para no reflejarte en ellos, y quema el espejo. No
rompas el espejo haciendo contacto con tu piel, ni mucho menos te
lastimes mientras lo haces: le pertenecerás para siempre si tú o tu
sangre lo tocan.

Si la persona te contesta correctamente, tu experimento ha resultado.
Ahora tienes veinte minutos para hablar con la persona y decirle todo lo
que quieras. Solo veinte, pues no puedes arriesgarte a que alguien del
otro lado note lo que estás haciendo.

Pasados los veinte minutos, le dirás a la persona que debes irte (no te
preocupes por controlar el tiempo, sabrás cuándo decírselo porque
comenzarás a escuchar murmullos). Extiende tu mano con su pertenencia y
apóyala en el cristal del espejo. Esta se reflejará y tu ser querido
tomará el reflejo. Te dará las gracias y se marchará.

Si, en algún momento de tu conversación, la persona mira a sus espaldas
o te dice que siente que alguien se acerca, termina el ritual ahí mismo,
haciendo lo que te expliqué antes.

Guarda algunos pétalos de rosas y colócalos bajo la almohada en la que
duermas, como última medida cautelar. Luego, duerme tranquilo: has
logrado vencer la frontera de la vida y la muerte.

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120. Thomas_White,

muy buena la penúltima historia

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