Claro, tres páginas de word por post. Escribes un post, el o los demás te responden, vuelves a escribir...
También roleo por twitter, usando twit-rp para poder escribir tochos y que los divida en distintos tweets...
Mirad, aquí un ejemplo de un rol que no llegué a terminar porque los estudios me lo impidieron y perdí el ilo No son 3 páginas de rol por post, pero...
Si hay algo que David adoraba era y es la caza de humanos. Caza con persecución incluída, claro está. Por eso, en muchas ocasiones había dejado un poco de ventaja a su presa. La caza sin más es aburrida, y la eternidad es muy larga.
pero esa vez no debió haberlo hecho. Aquel humano se había convertido en una presa escurridiza. ¿Demasiado para el gusto del vampiro? En realidad no. Pero en lugar de dirigirse donde debería haberse dirigido, dicho humano, demostrando su gran estupidez había ido a meterse en la boca del lobo, literal. David sospechaba que estaba loco, pero ciertamente el dichoso humano se la había jugado, aunque el vampiro se percató casi demasiado tarde, y cuando lo hizo, le dio igual. si le salía bien la jugada, podría beberse hasta la última gota del humano escurridizo y largarse por donde había venido. Eso si el humano tenía suerte, claro. Existía la posibilidad de que algún licántropo decidiera tomarse un aperitivo humanoide. En cuyo caso, David tenía pensado largarse todo lo rápido que su velocidad vampírica le permitiese, y todos contentos. Ciertamente había podido dejarlo ir y que se encargaran los lobos de el, pero David nunca dejaba escapar la comida, más si se le complicaba un poquito, en cuyo caso la diversión aumentaba ligeramente.
Permaneció inmóvil, oculto entre un par de arbustos esperando la ocasión perfecta. ¿La idea? Que el humano se descuidase, pensando que allí podría ocultarse o algo similar. Al vampiro le constaba que se había relajado visiblemente al entrar en como el llamaba a esa estúpida zona, Lobolandia. Tendría que ser nuevo o algo así, pues todo el mundo sabía que los lobos comían humanos. Y cuando su presa se descuidó, el vampiro saltó sobre el, mostrando los colmillos con un gruñido aterrador y bebió de su cuello tras arrojarlo al suelo. Otra caza perfecta y sin fallos. ahora solo le quedaba salir de ahí, pensó mientras se levantaba y se lamía los labios, dejando el cadáver ahí tirado.
Ninguno de ellos sería tan osado. Ninguno de ellos sería tan estúpido... ¿Verdad? Los pies descalzos y silenciosos de Ryssa se detuvieron, ninguna rama crujió para su peso. Aquel territorio salvaje era su hogar, conocía ese suelo y sabía moverse sin revelar su presencia mediante ruidos. Era una cazadora. Entrecerró los ojos en un par de rendijas de zafiro, aguzó el oído. Nada. Pero sabía que estaba ahí. Había cruzado entre los árboles, un rugido que no pertenecía a los suyos. No escondía la naturaleza de la luna llena, sino la de los muertos. No era un gruñido animal. Pesadamente, inhaló por la nariz, elevando el rostro hacia el entresijo de ramas que se unían sobre ella, sin permitirle adivinar más que porciones de cielo ahí arriba. Olisqueó el aire. Estaba ahí. Un olor dulzón que quemaba sus fosas nasales, haciendo que arrugase la nariz. Apretó la mandíbula, revolviéndose más a cada segundo que pasaba, su instinto animal latiendo furiosamente en su interior. Corrió. Corrió precipitadamente, convirtiéndose en una mancha con forma humana, su melena azabache ondeando tras ella como una bandera oscura, su silueta oscura recortada entre los troncos, la vegetación que crecía indomable. Frenó de golpe, en un spring que levantó del suelo algunas hojas caídas ante la llegada del otoño. La tensión de su rostro se acentuó, sus pupilas moviéndose frenética e implacablemente para hallar al intruso. Sus nervios estaban a flor de piel. Y ella era tolerante. Entre los suyos, por Valtesi u otras zonas, Ryssa se paseaba con su contoneo de caderas, invitando a cervezas a siniestros, coqueteando con los colmillos de los vampiros, provocando entre las aguas a los atlantes. Pero no en su región, no en su territorio. Aquello era otra cosa, otra cuestión. Nadie acudía a la boca del lobo, a su hogar, eso era pecar de imbécil. Ahí no existía su versión más humana, en Arcadia, entrar sin ser llamado era firmar un contrato de suicidio. No importaba quien fueses, incluso entre ellos, se respetaban los territorios. Primaba la norma de las bestias. Si Ryssa se metía en el terreno de otra manada sin ser aliados, aunque fuese sido accidental, tenía las mismas posibilidades que un intruso a acabar muerta. No podían controlarlo. No lo intentaban.
Atravesó los arbustos, los puños crispados y le descubrió ahí, aún con los labios manchados de carmín. Un festín a sus pies, uno que también la morena habría disfrutado. Ese mortal si que había sido estúpido: habría acabado mal de igual modo al internarse en el bosque y no quedarse en los caminos, protegido entre los gitanos. La mirada azul de la morena se clavó en el rostro marfileño del hombre de granito que se erguía ante ella. Apestaba.
-¿Has venido a jugar entre los animales? -Fue el peculiar saludo de la loba, estirando los labios carnosos que mostraron una sonrisa bestial, brutal, animal, que se unió a la ferocidad que se reflejaba en sus ojos claros, las vetas doradas apoderándose de ellos. Caminó, echando a andar alrededor del vampiro, en un paseo acechante que a juzgar por sus músculos tensos, podía acabar cerniéndose sobre él con un aullido- Estoy tratando de averiguar si eres estúpido, inconsciente o simplemente querías morir. -Dijo entre dientes, aunque su voz de soprano se descompuso en un rugido animal.
El vampiro sonrió. Todo había salido a pedir de boca, y eso era mucho decir, teniendo en cuenta que se había metido en Lobolandia, lo que equivalía a un suicidio si no se era medianamente inteligente.
Justo cuando se disponía a marcharse la vió aparecer. "Bien genio, problemas". Le avisó la voz de su consciencia. David suspiró, aunque se tomó su tiempo en recorrer a la loba con la mirada.
-Buenas noches, lobita -Devolvió el saludo, lamiéndose la sangre de los labios y comenzando a moverse casi a la par que la licántropa, no queriendo dejarle un buen lugar por donde atacar- ya ves. Tenía hambre y este pobre humanito decidió colarse por aquí. Tenía que hacerle el favor de bebérmelo. ser destrozado a mordiscos ha de ser horrible y demasiado doloroso. para que luego digan que los vampiros somos crueles y malvados.
El vampiro sonrió casi alegremente, mostrando los colmillos, aparentemente relajado y tranquilo, aunque la realidad era otra. Esperaba el movimiento de la licántropa en tensión, listo para saltar y apartarse a un lado usando su velocidad vampírica. pelear allí no era una opción. No para el, teniendo en cuenta que casi no la había oído llegar. Además, aunque se dieran las condiciones para que David se sintiese agusto, no le apetecía. Bien es cierto que podía arrancarle la cabeza, pero ¿donde quedaba la diversión entonces?
-¿Morir? -Preguntó tras unos segundos- No creo, soy demasiado joven para morir. Quizás pueda concederte lo de inconsciente. Un poco loco debo de estar para venir a Lobolandia a por un humano, sí.
Su sonrisa se amplió y sus ojos se fijaron en los de la mujer. Simplemente, esperaba poder salir corriendo si la cosa se ponía fea. aunque quizás un par de golpes no le vendrían mal a la lobita, por meterse en medio. Más diversión para el.
Aquella era una danza bestial. Ryssa la habían mantenido con toda clase de criaturas, con hombres, con mujeres, con monstruos. La diferencia era el final. Con unos había usado los dientes para arrancarles la ropa, con otros, la piel a tiras.
La carcajada que liberó la griega por su boca fue como un ladrido que resonó en el claro.
-Cuando entra aquí, es nuestro. -Ladeó la cabeza, los mechones oscuros y rebeldes cayendo sobre sus ojos mientras componía de nuevo su sonrisa desconfiada y arrogante- Aunque te sorprendería saber a cuantos hombres les agrada ser destrozados a mordiscos por un lobo, algunos hasta sobreviven. -No hubiese sido el caso de aquella presa, cabe decir. Que un lobo fuese tan... cordial, sí, llamémoslo así, con un intruso solo sucedería cuando no estuviese hambriento. Y ¿quién no conocía el apetito de una bestia?
Kirgyakos se fijó en la sonrisa del vampiro, en las armas que exponía cada vez que curvaba aquellos labios finos. Sabía lo mal que podía acabar si ese chupacabras usaba bien aquellos colmillos. Ojalá supiese hacerlo, eso sería... muy entretenido para una loba territorial.
Con la sorna escrita en sus facciones, la morena siguió su camino incensante, sus vueltas, su declaración de excitante desconfianza.
-Yo te noto ya mayor, sanguijuela. -Objetó con un brillo en su mirada- Ahora me debato en algo nuevo: senil o estúpido. Un inconsciente ya habría salido corriendo. -Chasqueó los dientes, el sonido fue una versión décimas menos intimidadora que cuando lo hacía con sus fauces en su cuerpo animal. Y, sin embargo, solo un licántropo en su forma humana podía amenazar de aquella forma y ser tomado en serio.
Y, entonces, se quedó inmóvil. Arqueó una ceja. ¿Había oído bien? Poco a poco paró de moverse, su espalda se puso recta y le miró como si de verdad a ese hombre le faltase algo más que una ducha que le librase de ese olor dulzón y penetrante.
-¿Lobolandia? -Pronunció lentamente. Nada más terminar de decirlo, sus hombros temblaron. No de rabia, no de furia ni miedo. De risa. Se estaba riendo, silenciosamente. Hasta que, de pronto, la risa que salió de su boca fue auténtica y real, retorcidamente absurda.
David se encogió de hombros por toda respuesta. Sabía perfectamente donde se había metido. Pero tenía la estúpida idea de que podría largarse antes de ser encontrado, cosa que no ocurrió. Aún así se divertía, pese a que la mujer que danzaba con el tenía toda la pinta de lanzarse sobre el para desgarrarlo en cualquier momento. Una lástima que fuese licántropa. Si le quitabas el asqueroso olor a lobo y sus habilidades no estaba nada mal, y posiblemente se habría divertido con ella de otra forma antes de matarla.
- Pues hoy no. Su sangre estaba deliciosa, por cierto. -Dijo distraídamente, como quien comentaba el tiempo que hacía ese día.- Una lástima. Otra vez será.
El vampiro volvió a sonreír mostrando los colmillos de forma exagerada, con la diversión pintada en el rostro, aunque sin dejar de moverse, totalmente alerta. No le apetecía convertirse en el saco de boxeo de una loba.
- Bueno, en según que casos y viniendo de según que personas... Un mordisco es aceptable. -Respondió, soltando una pequeña carcajada.- Depende de si sabe usar bien los dientes o no.
Chasqueó la lengua, sin quitar la sonrisa de su cara. Conocía la forma de matar de los licántropos y sospechaba que ser desgarrado no era precisamente agradable.
- Casi das miedo, lobita. Solo casi. -Y ahí estaba otra vez, su manía de burlarse incluso en las peores situaciones. De pronto observó como la licántropa se detenía y como su expresión cambiaba. Antes de darse cuenta la imitó por instinto. Se quedó quieto en frente de ella y agudizó al máximo sus sentidos. ¿Iba a atacarlo por fin?
Grande fue su sorpresa al verla reír a carcajadas.
- PFFF... No puedo hablar, hasta mis enemigos naturales se ríen de mi -Suspiró dramáticamente- Sí, Lobolandia. Es más corto y más sencillo de pronunciar. Y por qué no, más discriptivo también.
Si las miradas crucificasen, torturasen y matasen de la peor de las maneras, Ryssa se coronaría con la fiereza asesina que se reflejó en sus pupilas. Hades le suplicaría que parase porque el Inframundo no podía albergar tantas almas como ella enviase con solo clavar los turbulentos ojos azules. Sin embargo, aquel vampiro tenía la suerte de su mano: Ryss carecía de aquel poder. Pero la amenaza se reflejó aun así en su semblante. Cuantas más referencias hiciese él al cadaver seco que yacía a sus pies, más consciencia tenía ella de que tenía que compensar aquella vida por otra. O no vida, en este caso. En realidad encontraría más placentero el juego que podía otorgar el vampiro que el miedo que respiraría aquel humano. La loba no era de la opinión de que el terror daba un sabor más agradable a la comida, no, la caza lo hacía, el valor de la presa cuando se enfrentaba. Y pese a que jamás clavaría sus fauces en aquella piel blanca por el placer de su carne, si lo haría por la diversión que podía proporcionarla. Y su presencia allí, su osadía, sus respuestas, le daban un motivo tras otro para hacerlo.
Le dedicó un gruñido de advertencia, sus cuerdas vocales vibraron en su garganta... pero sus labios continuaban curvados en una sonrisa que mostraba todos sus dientes perlados, enseñándolos de forma amenazadora en correspondencia a su forma de exponer sus colmillos ante ella.
-Dudo que lo sepas, tu manejo de los dientes es demasiado homicida como para saber si es aceptable o no. -Replicó con la burla cincelándose en sus palabras. No le dio tiempo a añadir nada al miedo que podía darle o no, porque empezó a reír. Se pellizcó el puente de la nariz, cerrando los ojos aunque sus sentidos seguían puestos en el vampiro, hasta que controló la tanda de carcajadas- Siempre es agradable cruzarse con vampiros con sentido del humor estúpido. -Ronroneó con la risa aún en su voz, con la pulla ahí antes de llevarse las manos a las caderas, quedándose en una posición en jarras- ¿Más simple que Arcadia? -Arqueó una ceja, escéptica.
-Me ofendes, lobita. -Replicó burlonamente- pero sea como sea, y tenga el manejo que tenga, es algo que nunca sabrás con seguridad. No me van los animales.
La obserbó reír con cierto fastidio. No le gustaba que se burlasen de el de aquella manera.
-Por supuesto. Mucho más simple, y mira que este lugar es simple. Como vosotros, por otro lado. -Miró a su alrededor y borró su sonrisa, poniéndose serio repentinamente.
-Bueno, lobita -Dijo con lentitud, remarcando la última palabra- diría que ha sido un placer, pero quedaría mal con mi especie. Ya sabes, hay que mantener las buenas enemistades, que si no sería todo muy aburrido. y no he venido a Pandora para no ser un vampiro. Para eso me podría haber quedado ahí fuera, alimentándome de ardillas para no cargarme a un humano que no se mereciera ser mordido. Así que...
No terminó la frase. Hizo un gesto de despedida y se giró, dispuesto a usar su velocidad vampírica para largarse de aquel lugar.
-Y yo no soy necrófila. Ya nos conocemos mejor. -Replicó ponzoñosa, con la mueca de burla formándose en sus labios.
Irónicamente, Ryssa no pecó de ninguna reacción precipitada cuando la tachó a ella y a los suyos de simples. Lo más sencillo que podía tener un licántropo es que se regían por instinto, ¿después? Eran un jodido caos. Aquel vampiro estaba diciendo, llanamente, que la propia naturaleza de su alrededor era simple. Jamás se había cruzado con un vampiro tan mortalmente... simple. Y pese a la punzada de exasperación que sintió, compitió con cierta sorpresa. Ese era un pensamiento sumamente humano. Ryssa era una cachorra, sí, ¿pero en cuanto tiempo la podría superar aquel ser helado que se erguía ante ella como para pensar así? Si hubiesen apostado, habría cometido el error de perder una cerveza diciendo que no hacía mucho tiempo que ese vampiro no era solamente comida, igual que el cadaver que descansaba en el suelo sin color.
Y encima él seguía, aún internándose en su territorio. Por primera vez en la vida de la griega no era ella quien había incentivado la llama. Oir como la llamaba "lobita", una realidad que muy pocos tenían la osadía de añadir el -ita, le arrancó de nuevo el motor de su garganta, haciendo vibrar de nuevo sus cuerdas vocales para que el eco de un gruñido les envolviese con una amenazadora banda sonora.
-Sanguijuela. -Su voz fue retumbante, estrechando su mirada azul en un par de rendijas clavadas en su espalda, llamándole para detener su movimiento... y aunque se largase, su oído fino le permitiría oír claramente las palabras de Ryssa impulsadas por el aire, entre los árboles- Soy una amante de los juegos. -Repuso lentamente, aquellas palabras saliendo sibilantes de entre sus labios. Cruzó los brazos sobre su pecho si bien todo su cuerpo volvió a tensarse, cada músculo en alerta- Voy a concederte exactamente seis segundos para que le alejes todo lo que puedas, para que te escondas, para que planees, para lo que hagan los inconscientes como tú... y después, voy a cazarte. -El morbo tiñó sus ojos con un reluciente brillo, ambos sabían lo que significaba ser cazado- Que empiece el juego. -Chasqueó la mandíbula y se limitó a esperar el tiempo que le había otorgado, contando cada segundo en su cabeza. Por muy estúpido, inconsciente o divertido que le pudiese parecer aquel hombre, había entrado en el territorio de los suyos, de su manada, les había privado de una presa y por un instante, creyó que se iría indemne. Así no eran las reglas, así no funcionaba Pandora. Ryssa tampoco, pese a que si pecase de una despreocupación retorcida muy diferente a la de la mayoría de los mortales.
Ahora bien... ese vampiro vería en que malgastaba aquellos seis segundos y la morena esperaba que la impresionase más que con perlas como simplezas y Lobolandia.
-Por desgracia. -Replicó el vampiro, suspirando dramáticamente. No le gustaban mucho los lobos. Holían mal y gruñían mucho para su gusto. Eran demasiado salvajes. Demasiado parecido a animales.
-Dime, LOBITA -David volvió sobre sus pasos a velocidad vampírica, mostrando los colmillos.- ¿En serio? -Preguntó con gesto aburrido.- ¿Te vas a arriesgar a perder ese hermoso rostro?
Suspiró, tensándose visiblemente. Por lo visto no le quedaba otra opción que pelear.
-¿Seis segundos? Perfecto. -Comentó, antes de usar la velocidad vampírica para lanzarse sobre ella y propinarle un puñetazo en la boca del estómago con todas sus fuerzas antes de volver a alejarse del lugar a velocidad vampírica. Si quería pelear por el perfecto, pero fuera de aquel bosque. Mucho iba a tener que esforzarse para cazarlo. Podría tener toda la fuerza que quisiera, pero había una pequeña diferencia entre ellos dos: Su velocidad no era comparable.
-Nuestro concepto de belleza difiere, princesa. Siempre he sido amante de lo vivo. -Ronroneó la morena dedicándole una sonrisa seductora con la burla en las profundidades de los zafiros de sus ojos.
Notó que su amenaza había cobrado efecto en el vampiro. Vio aquellos músculos tensarse bajo la tela de su ropa, percibió el cambio en el aire como un animal presiente el peligro del cazador. Pero a la bestia le han enseñado a jugar con ellos, no a temerlos.
Empezó a hacer la cuenta interior. Nunca llegó al tres. A pesar de que fue mortalmente rápido, para Ryssa se ralentizó el momento. Sabía que la escena estaba siendo insultantemente veloz pero sus ojos pudieron captar perfectamente cada detalle, plenamente consciente del vampiro que en un tiempo récord había encajado su puño en su cuerpo. La dureza de sus músculos impidió que la loba se doblase en dos, tan solo inclinándose ligeramente ante ese puñetazo frío y de mármol que debía haberse roto ante el fuerte contacto. Una lástima que no lo hiciese. Apretó la mandíbula pero aún así entre sus presionados dientes escapó un gruñido de molestia. Sobre todo cuando desapareció del claro, huyendo entre la vegetación que le pertenecía a ella y a los lobos. Allí la griega no era la única cazadora y él con el golpe de gracia y adentrándose allí había firmado una sentencia. De caza, de guerra, de muerte. Importaba poco.
Logró apoderarse de algo de aire antes de que su mirada pasase del azul turbulento al animal dorado, justo antes de que la presencia lenta e inxorable de la luna en el cielo le robase su aspecto humano. Erguida sobre sus cuatro patas, se lanzó a la carrera, con un aullido de alerta. Ella no jugaba sola, no era solamente su presa.
Captó el aroma de dulce putrefacción del vampiro, vio su figura emborronada recorrer sus territorios. Los músculos de Ryss, en su forma lupina, se tensaron, sus patas adquirieron mayor velocidad y usó el impulso de su fuerza para abalanzarse sobre la sombra fluida que componía el inmortal, buscando derribarle y clavar en él sus poderosas fauces mientras emitía un grotesco y gutural rugido.
–A mi también me gustan los vivos. ¡Son deliciosos! –Exclamó, no pudiendo ocultar una risita.
La suerte no estaba de su parte, cosa lógica si se miraba bien. A nadie se le ocurría meterse en un territorio enemigo por el placer de hacerlo. Bueno, a el sí.
Asombrado, comprobó como su puñetazo no le hacía prácticamente nada. Una lástima, tendría que esforzarse aún más. Pero primero, lo primero.
corrió como alma que lleva el diablo, intentando salir de aquel estúpido bosque lo más rápido posible. Si se dejaba atacar, las iba a pasar muy mal.
No vio la transformación, aunque si la intuyó por el cambio de olor en el aire y por el sonido que la bestia emitía al andar, nada propio de pasos humanos. Otro problema más que añadir a su colección. Sabía que los licántropos en su forma de lobo podían ser un problema bastante grande, por lo que aceleró aún más us pasos, intentando poner cuanta más distancia entre el y aquella loba mejor.
Aunque quizás debería dejarse atrapar. Un mordisco de sus dientes sería suficiente para quitarla del medio. Pero claro, si conseguía morderla. No. Mejor no correr riesgos. No en ese estúpido bosque del cual veía la salida cada vez más cerca.
Aquel olor moribundo y dulce golpeaba una y otra vez sus sentidos, los cegaba al embriagarlos. El raciocinio de la loba se perdió, el instinto animal salió a flote y se hizo con el control. Presa, presa, presa. Las almohadillas de sus patas aligeraban sus potentes pasos, convirtiendo el silencio lleno de sonidos del bosque en parte de su carrera. El corazón le golpeaba violentamente en el pecho al conocer la cercanía cada vez mayor del vampiro. No perdió en ningún momento de vista aquella mancha borrosa surcando la vegetación con apabullante velocidad. Nunca le habría alcanzado a su paso humano: en ella residía la fuera animal pero su rapidez nunca superaría a la del muerto en vida. Pero en aquella forma, inagotable, alentada por el chispazo de adrenalina de la intrusión en sus dominios, por ese enloquecedor aroma que revolvía todo su ser, por la emoción de la caza, sabía que cada vez estaba más próxima de hacerse con ese hombre.
Su aullido había alertado a otros, otros licántropos que levantaron su cabeza al son de la luna y le devolvieron el sonido. Por un momento, se aunaron varios gritos lupinos en uno solo. Había dos mensajes en el que lanzó Ryssa: hay un vampiro y es mío. Solo en un caso muy desesperado daría paso a otro lobo a unirse a aquella cacería. Aquel vampiro estaba marcado de alguna forma sobrenatural mientras continuase en aquellos bosques por la posesión de la loba. Era cuestión de ese desarrollado respeto por la comida que tendían a tener entre los animales... y nadie quería hincar los dientes con fin alimenticio en ese vampiro, así que probablemente dejarían terminar el trabajo a Ryss. Si le atrapaba. Y apostaba a que sí.
Exigiendo más a sus músculos, se obligó a ir más rápida hasta que se abalanzó sobre el vampiro. Buscó hacerle caer, haciéndole un placaje con toda la pesadez de su gran cuerpo lupino. Descargó el golpe para detenerle, echándole a un lado para cortarle la línea de su huida. Gruñó, alzada sobre sus cuatro patas y le mostró los dientes, chasqueándolos ante él. Meneó el rabo, con su mirada retorcida puesta en el castaño, como si se alegrase enormemente de verle aunque sentía la frialdad de su contacto en el costado con el que le había empujado, el eco de un vago dolor por el golpe contra puro granito. Trató de hundir sus propios colmillos poderosos en aquel cuerpo humano, esquivando las agujas afiladas de los ajenos.
Corrió velozmente, esquivando árboles y ramas, sabiendo que tenía detrás a un depredador con intenciones nada amistosas. Veía la salida cada vez más cerca, lo que lo hizo soltar una carcajada de deleite, que fue ahogada por el aullido animal de la loba que tenía tras el.
Intentó esquivarla, pero fue tarde y cayó al suelo. Se levantó haciendo uso de su velocidad vampírica y trató de apartarla para seguir corriendo.
Fastidiado, mostró los colmillos y soltó un gruñido de advertencia.
–Mis colmillos son mortales, lobita. Un simple arañazo y estás muerta –Avisó, tratando de esquivar los dientes ajenos, decidiendo finalmente intentar saltar por encima del animal para seguir corriendo hacia la salida.
Ese maldito vampiro era escurridizo. Las ratas también lo eran. Ryssa estaba obcecada con su objetivo, aquella piel fría pidiéndole a gritos que la resquebrajara, que dejase la huella de sus garras en ella. La visión de aquellos colmillos azuzó a la guerra a su animal interior, que gruñó con excitación, haciendo que sus propias cuerdas vocales vibrasen y emitiesen un sonido similar al de él en respuesta. Quizá ella no era tan rápida, pero sus reflejos estaban al límite por el chispazo de adrenalina, por eso pudo pegar un brinco en el mismo sitio para, en el mismo salto del vampiro, hacerle tropezar con su propio lomo. Aprovechó entonces para volver a cernirse sobre él y, solo entonces, aquella voz masculina penetró a sus oídos para llegar a su sentido común humano, leyendo el auténtico peligro entre las líneas de la amenaza. Era real. No hablaba con la petulancia y la arrogancia estúpida de la loba, aunque bien opinaba que él no tenía que ser un dechado de inteligencia para estar allí por una sola presa teniendo vía libre en Bran y sus marcados o Valtesi.
Apoyó brutalmente una de sus patas sobre le pecho del vampiro, acorralándole contra el suelo e inclinó su cabeza animal hacia él para clavar en sus ojos los suyos, manteniendo aquella mirada. Y, lentamente, el azul había regresado a los de la loba que gradualmente, vibrando su cuerpo, se fue tornando humana de nuevo, con la palma abierta en el torso del hombre. Ladeó la cabeza de una forma que recordaba a un can si bien los ojos podían ser los de una serpiente, aproximándose aún más al vampiro pese al olor nauseabundo que emanaba y debería haberla hecho saltar. Mantuvo una rodilla en bien hincada en su cadera, con bastante fuerza para impedirle levantarse de inmediato y asegurarse de tener impulso en el caso de que aquel castaño decidiese atacar, así podría aprovechar para poner distancia entre ambos.
-¿Mordida tóxica, princesa? -Aventuró, y su otra mano voló a la mandíbula del vampiro, cerrando fuertemente los dedos mientras su mirada descendía hacia los labios que encubrían las armas más poderosas que tenía el vampiro, a sabiendas de que el veneno que segregaba era mortal. Eso era más interesante, mucho más.
Su cuerpo se elevó en el aire en un salto perfecto, para caer al suelo estrepitosamente al ponerse aquel estúpido bicho en medio.
soltó un gruñido al verse de pronto acorralado contra el suelo y con aquella bestia encima y sus ojos reflejaron por unos segundos terror, terror que se desvaneció cuando alzó la cabeza y mostró los colmillos. No iba a morir a manos de esa estúpida loca.
Y cuando se decidió a atacar, el cuerpo de la loba volvió a ser humano. Alzó una ceja, mirándola curioso, no pudiendo evitar una sonrisa burlona.
–Como loba dabas algo de miedo. –Se burló, evaluando la situación segundos después con la mirada. Podía quitársela de encima si quisiera, levantarse y salir corriendo, pero su actitud le llamaba la atención, por lo que no se movió, pese a tener la rodilla de la chica clavada en la cadera.
–¿Qué comes que adivinas? –Replicó girando la cabeza levemente para evitar la mano de la licántropa.– Cuidado, lobita, o te morderé.
David fijó los ojos en los de ella, tratando de dilucidar que demonios pretendía al mismo tiempo que se tensaba, alerta.
Mientras inspeccionaba aquellos colmillos afilados, Ryssa casi logró olvidar la molesta y picante voz del vampiro. Casi. Volvió a levantar sus ojos hacia los suyos mientras chasqueaba juguetonamente la lengua y negaba con la cabeza.
-Las mujeres siempre damos más miedo. Me preocupa enormemente que no lo sepas. -Se inclinó ligeramente, acercándose a esos dientes peligrosos. Él tenía una mandíbula cuadrada pero elegante, un pedazo de marfil duro y acompañado de la sofisticación que parecía empañar cada movimiento de los de su raza. No tenía nada que ver con el poder fiero que escondía la de la loba. No jugaban con las mismas reglas: veneno sutil y brutalidad animal. Curioso.
Ante la novedad de aquel don, la morena recuperó esa retorcida irracionalidad que la caracterizaba. Mantuvo la rodrilla encajada, la mano sosteniéndolo mientras le examinaba con sumo descaro, como todo un juguete nuevo.
-No, no lo harás. Morderme alertaría al resto. Una cosa es tenerme a mí pisándote los talones, otra a toda una manada. -Cuestionó... y solo entonces le liberó, alejándose un paso de él con renovado y juguetón buen humor- Es la primera vez que veo a uno de los tuyos con unos dientes como esos.
El vampiro permaneció en silencio, mirándola con curiosidad, preguntándose que pretendía. Ni que el fuera un trofeo o una nueva adquisición.
-Vaya, ahora te preocupas por mí. -Se burló, con una chispa de diversión en los ojos.- ¿Qué miras tanto a todo esto? Se que soy guapo, pero no soy ningún trofeo.
Observó como la licántropa acercaba su rostro al suyo y suspiró, preguntándose que demonios pretendía encontrar en el. Al fin y al cabo, todos losvampiros son parecidos. No tan guapos como el, pero parecidos. Muerden, se alimentan de sangre y odian los licántropos. Pero no se movió hasta que decidió soltarle el rostro.
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